sábado, marzo 25, 2006

Hospital Central Cap. 1


Como os decía, entre pasta y pasta y animada por el excelente café que ofrezco a mis visitas, todo hay que decirlo, Carmen me empezó a relatar otra interesante historia de las que ella ha sido testigo. ¿Dónde sino en sitios como un hospital? En los que la gente está al limite de su paciencia, donde se destapan todas las vergüenzas y quedamos todos al desnudo.-Os recuerdo los consejos de mi abuelo Julián-Dónde van ha salir a flote historias tan descarnadas como las que ella me cuenta?
Bueno pues esta historia comienza con el ingreso de un muchacho de unos treintaitantos años que según me contaba Carmen, sin darme muchos detalles clínicos, parece ser que sufría dolores abdominales frecuentes y había perdido peso.
Me lo describió como guapo, macizote, por lo visto es guardia municipal y muy aficionado al culturismo. Con él aparecieron su mujer y su hijo de unos trece o catorce años. Su mujer también había pasado recientemente de los treinta y, al contrario de él, no parece que le gustase mucho el deporte y textualmente me dijo que era “ mas bien canijilla”. La pobre además, llevaba puesto un pañuelo en la cabeza por lo que mi amiga Carmen dedujo rápidamente que él no era el único enfermo en la familia. Me contó también que en casos como estos el personal de enfermería suele tratar de arropar a estas familias y ayudarlas en lo que puedan, lo que da pie a que se intime con ellos de alguna manera.
Bien, entonces tenemos a un municipal macizo hospitalizado y a su mujer, que ha perdido el cabello a causa de la quimioterapia. Ahora resulta que la clínica de él chico se complica, una buena mañana empieza a sangrar por debajo, no quiero dar los detalles que yo escuché y que me hicieron dejar de tomar café durante una semana al menos y ,en consecuencia, tienen que meterle mano los cirujanos y todo eso que sale en las series de hospitales como carreras por los pasillos, bolsas de sangre que pasan de mano en mano, un monitor que hace pi, pi, rítmicamente y de pronto hace pipipí, pipipí y todos se ponen de los nervios, en fin par que os voy a contar.
El caso es que una vez remendado entra directamente en la UCI y se pasa allí una semana o más. Mientras tanto Carmen y sus compañeras acudían frecuentemente a interesarse por el y por su familia a la que habían cogido cariño claro. De tal manera que pudieron saber que su mujer seguía acudiendo a su quimioterapia llevándolo mas o menos bien y entre su madre y sus dos hermanas se turnaban para velar a su marido, el municipal macizo, que pasa algunos días más pallá que pacá medio dormido por los sedantes.
Pero una buena mañana despierta y al cabo de unas horas, ya completamente lúcido, llama a su mujer y pide que los dejen solos.
"Ding, Dong"
Vaya por Dios, llaman a la puerta, mañana os sigo contando.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Primero me invitas a café, las pastas las pongo yo y después hablaremos de lo que sea pero dejemos los hospitales en paz, aunque ya estoy esperando la continuación de la historia.
Las correrías de tu abuelo con el coche me han recordado una anéctota que vi hace años. Centro de la ciudad, yo con mi 600 tratando de aparcar, un señor mayor con un Mercedes (entonces tan apenas se veía alguno) esperando a que saliera un vehículo para aparcar él. Sale el coche y unos jovenzanos se le cuelan y se echan a reir. El del Mercedes sin decir nada echa marcha atrás para tomar impulso y le da un golpe bastante fuerte al vehículo recién aparcado y sin más se fué; yo creo que ni siquiera los jovenes llegaron a tomarle la matrícula tal fué su sorpresa.
Un saludo

Lula Towanda dijo...

Como me suena la escena del café con los detalles escatológicos como complemento. Cuantas operaciones de cabeza mientras mojaba las galletas en la leche.
Ahora con el CSI he vuelto a rememorar estos desayunos, pero en la cena

cerise dijo...

oye ...¿tu no estarás enrollado con la enfermera?