sábado, junio 16, 2007


Muchos me conocen pero nadie sabe como soy en realidad, no pueden imaginarse lo que siento. Yo tampoco puedo ir por ahí contando cosas sobre mí, solo dejo que vean de mi lo más superficial, la fachada. Lo que pienso, lo que siento, mis aficiones y mis vicios solo yo los conozco, no soportaría que nadie más estuviese al tanto de todos esos datos.
Aparentemente mi vida es tan normal, tan aburrida que parece vulgar, pero solo aparentemente.
Los pocos amigos que conservo son tales por pura casualidad, no hice nada para ganarme su amistad ni tampoco lo hago para conservarla y mucho menos para fomentarla. ¿Por qué iba a hacerlo? Mi sentido de la amistad, simplemente no existe. Yo no tengo amigos, son solo conocidos que en un momento dado me entretienen, me ayudan o acompañan y que infaliblemente acaban por aburrirme y estorbarme. No les despido ni me peleo con ellos, solo dejo que el tibio lazo que nos une se seque, como si dejase de regar un geranio, lo vería a menudo, lo tocaría pero sin hacer nada por él, sin mover ni un dedo, no me molesto ni pierdo el tiempo y poco a poco, muere.
No me apena, por lo tanto no sufro cuando desaparecen de mi vida, me hacen un favor como si fueran buenos amigos.
En realidad puede que les convenga, si existe algo de cariño en el fondo de mi corazón lo expreso de este modo, alegrándome cuando desaparecen de mi vida, una vez que empiezan a estorbarme podría ser peligroso permanecer cerca de mí.
Cualquiera que me conozca, después de hablar conmigo unas cuantas veces, en el trabajo o en cualquier otra situación, pensaría que no soy una persona violenta ni peligrosa, más bien lo contrario, tímido, apocado e incluso cobarde, incapaz de matar ni una mosca, un poco raro, eso si, pero ¿quién no es raro hoy en día?. Cada cual tiene sus cosas, el que más o el que menos posee una manía evidente o incluso algún vicio oculto e inconfesable.
Aparentemente puedo pasar por un tipo normal, con manías como rascarse la cabeza o escupir antes de orinar, pero todo el mundo sabe que eso no es peligroso, incluso hay algo que no le he dicho nunca a nadie porque me da vergüenza, me encanta mear en la ducha. Y eso es todo, os preguntareis, que tiene esto de interesante un tío vulgar que mea en la ducha, que aburrimiento verdad, si es cierto, esto es lo que hay.

¡Y como me visto!, con zapatos normales, pantalones normales camisas y chaquetas normales, pelo corto pero no demasiado, nadie al cruzarse conmigo por la calle me dirige la mirada más de dos segundos y por lo tanto, nadie recordaría haberme visto al cabo de veinte segundos.

Y las mujeres, ¿se fijan en mi?.La verdad es que no demasiado y no es que sea feo no, si lo fuese la gente se fijaría en mi más de dos segundos al menos, pero tampoco soy guapo y arrebatador, la tónica general sigue imperando en mi físico también, es decir ni mucho ni poco, ni feo ni guapo, ni sexy ni repugnante, ni alto ni bajo.

No rompo corazones pero me dejo querer, que es en realidad lo que le gusta a muchas mujeres, que les dejen dar rienda suelta a sus instintos maternales y solo a cambio de algunas pequeñas muestras de atención y un poco de sexo. Eso es lo que les exijo, sexo, una vez cumplido ese requisito, pongo algo de mi parte durante un tiempo prudencial, nunca demasiado, este tipo de relaciones nunca me han gustado, sobre todo cuando las muestras de cariño son demasiado efusivas, me empiezo a poner nervioso y es entonces cuando decido dejar de regar el geranio, ¿comprendéis?.

Nunca me peleo con ellas, prefiero que me olviden, he procurado no ser nunca ni el primer ni el gran amor de ninguna chica y lo vengo consiguiendo, he mantenido relaciones habitualmente y no creo que ninguna mujer haya perdido mas de una media hora de sueño por mí, es triste lo se, pero a mí me gusta así.

Habréis adivinado que vivo solo, claro, no podría soportar compartir todo ese tiempo que uno pasa en su casa con otra persona, cruzarse por el pasillo, al entrar o salir del baño, sentarse al lado de otra persona en el sofá y que coja el mando de la tele, o que coma de mi comida, o que use mi lavadora y nuestras ropas aparezcan tendidas juntas, no lo podría soportar, definitivamente.

Vivo solo desde hace mucho tiempo, nada más cumplir los dieciocho años, disponía de un piso, dinero y solo debía cuidar de mí mismo, así que no me lo pensé dos veces, sin padres ni hermanos que me molestaran esa era la mejor elección.

Mis padres murieron en un accidente de tráfico, me dejaron en casa y se fueron a visitar a unos amigos, yo ya era lo suficientemente mayorcito como para negarme a ir de visita y quedarme solo en casa, no entiendo como se les podía pasar por la cabeza que a mí me apeteciera pasar la tarde con otra familia que no fuese la mía, bastante castigo tenía con aguantar la que me había tocado en suerte. Vente, me decían, ¿no me conocen lo suficiente?¿por qué insisten tanto si nunca logran que les acompañe?.

Ese día lo hicieron como solían y se fueron solos como siempre, pero insistieron más de lo normal, con lo que consiguieron irritarme mucho más, tanto que en cuanto salieron por la puerta deseé que nunca volvieran, pero al poco tiempo ese sentimiento pasó a un segundo plano, la tranquilidad de la soledad me relajaba y me hacía sentir bien, todo tenía sentido y aparecía ante mis ojos como debe ser, ordenadamente. En esas circunstancias solo ocurriría lo que yo quisiese que ocurriera sin que nadie altere el orden de los acontecimientos que yo haya programado.

La tarde transcurrió linealmente de un modo perfecto, como si circulara por una carretera completamente recta, pero a medida que se acercaba la hora del regreso, el deseo de que mis padres nunca regresaran se fue apoderando de mí. Las carreteras no son eternamente rectas y al final siempre espera una curva o una cuesta o lo peor de todo, un cruce sin semáforo.

El final de una tarde tranquila y perfecta se acercaba y yo solo pude desear con todas mis fuerzas que el coche de mis padres se estampase contra otro en un cruce o que se saliesen en la próxima curva. Eso sería lo ideal, esperar y esperar sin prisas y cada hora esperando sentirme mejor, si llegaba la noche y seguía solo en casa, que felicidad, estarán atrapados entre amasijos de hierros con la cabeza abierta o escupiendo sangre mientras agonizan y nadie les socorre, ¡no hay prisa! denles tiempo para morir en paz, para que yo pueda seguir como ellos mueren, en paz, y solo.

Llegó la hora de la cena y todo seguía igual, no les esperé y me preparé algo de comer y seguidamente me fui a la cama, hacía tiempo que no dormía tan bien.

2 comentarios:

nancicomansi dijo...

Me suena, me suena...
¿por que se empeña en presentársenos tan anodino, tan neutro y poco afectuoso?
Me tiene intrigada, por que intuyo debe ser usted todo lo contarario...

Besos, señor mio...

la-de-marbella dijo...

¿es un compendio de varias entradas? Siga con este relato siento curiosidad por el desenlace.