Otro colega que compartía piso con nosotros era Vicente, alias "Sonrisas y lágrimas".
Este muchacho era ciertamente peculiar, descarado, extravagante, imaginativo hasta la locura y visceralmente mentiroso. Llevaba la mentira en su ADN, no lo hacía con maldad, es que no lo podía evitar. Nunca sabíamos si lo que decía era cierto o no porque hacía cosas tan raras que a veces no nos podíamos creer lo que veíamos y otras nos tragábamos las mentiras que nos contaba por muy increibles que fuesen. Su semblante, siempre serio, apoyaba sus desconcertantes historias.
Una vez convenció a unas chicas que nos visitaron de que él era el autor de dos cuadros que teníamos en el salón, eran estos típicos de paisajes con ciervos y atardeceres melancólicos que adornan los salones de todos los pisos de alquiler, durante meses anduvieron comentándolo por doquier.
Una vez convenció a unas chicas que nos visitaron de que él era el autor de dos cuadros que teníamos en el salón, eran estos típicos de paisajes con ciervos y atardeceres melancólicos que adornan los salones de todos los pisos de alquiler, durante meses anduvieron comentándolo por doquier.
Durante mucho tiempo nos intentó convencer de que mantenía una tórrida relación con una compañera de trabajo mucho mayor que él, tanto que ella estaba a punto de jubilarse y era famosa por sus repentinos cambios de peluca y la graciosa movilidad de su dentadura postiza, nunca le creimos, hasta que una tarde los pillamos "infragantis" y metidos en faena.
En otra ocasión nos cocinó una vieja receta familiar que degustamos entusiasmados, a los pocos días nos dio otra versión confesándonos que era comida para perros, nunca supimos cual era la verdadera.
Los que lo conocíamos bien sabíamos que una extraña enfermedad genética le afectaba a las conexiones nerviosas de la musculatura facial, literalmente estaban al revés, de tal manera que cuando sonreía su rostro mostraba un puchero, como si de un momento a otro fuese a echarse a llorar, y cuando estaba triste una inquietante sonrisa aparecía en su cara, por eso evitaba sonreír. Solo sus amigos sabíamos que para reconocer su verdadero estado de ánimo había que mirarle a los ojos.
En otra ocasión nos cocinó una vieja receta familiar que degustamos entusiasmados, a los pocos días nos dio otra versión confesándonos que era comida para perros, nunca supimos cual era la verdadera.
Los que lo conocíamos bien sabíamos que una extraña enfermedad genética le afectaba a las conexiones nerviosas de la musculatura facial, literalmente estaban al revés, de tal manera que cuando sonreía su rostro mostraba un puchero, como si de un momento a otro fuese a echarse a llorar, y cuando estaba triste una inquietante sonrisa aparecía en su cara, por eso evitaba sonreír. Solo sus amigos sabíamos que para reconocer su verdadero estado de ánimo había que mirarle a los ojos.
6 comentarios:
Un chismoso, un licántropo, ahora el mismísimo Pinocho ¿pero eso qué era, una pandilla o un anuncio de la Metro Golden Mayer?
Chica, cada uno tiene un pasado del que avergonzarse, o no, y si no te gusta, te lo inventas, como Vicente.
Que pandilla más completa. Me encanta ¿faltan muchos por conocer?
¿habia algun agarrado, encogido en tu pandilla? Esos eran mu fuertes, aqunque me reia muchisimo con sus esfuerzos para no gastar lo suyo y devorar lo nuestro. Saludos de lunes ufffffffff
Ya solo quedamos Vicenta y yo, tivimos una corta pero rocambolesca historia de amor.
Aqui estoy en primera fila esperando la historia...como siempre chisme, aunque no te comente te leo todos los dias, menos mla que se decidio enterrar su computadora y comprarse una joven jaja.
besos mi chisme (laonza)
jajajaja... ¡la repera, Don Chisme, la repera!
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