miércoles, enero 17, 2007

Remedios del Ojo, el mejor cuerpo del Gim-Body


Esta es una historia creada en Voyeur Probad y vereis os hacen relatos eróticos a medida, ya me contareís, esto es lo que, con Reme, pudo ser pero no fué:

Era sin la menor duda, la chica más bonita de Gim-Body. Piel de antílope, cabello como seda en hebras, los grandes ojos con esa expresión de perplejidad perpetua que los hace cuánto más enigmáticos, la nariz como si hubiera sido tallada por las manos del mismísimo Miguel Angel... una nariz coquetona, vamos. Labios delineados, carnosos sin llegar a ser extremadamente gruesos y un cuerpo de fábula, qué decir, una escultura de Venus del siglo veintiuno.
Pese a la ropa de gimnasia que le va justa, los senos se marcan generosos, erguidos, firmes y absolutamente deseables, con un canalillo que se adivina muy prieto pese a la ropa de gimnasia. Si se continúa hacia abajo, la curva de la cintura se afina hasta engrosarse ni un centímetro menos que en la perfección, en unas caderas plenas y armoniosas con el resto del conjunto.
La cola... ¡Ah, qué belleza, qué exuberantes curvas y hendeduras! Un trasero de esos que te hacen volverte en la calle no una, sino dos veces.
Pero todo ese cuerpo no sería más que uno de los tantos hermosos muestrarios de carne femenina, si no fuera por su carita de gacela, esos ojos transparentes y mansos que miran con inocencia todo lo que sucede alrededor y el rostro con el gesto tierno, prometedor de dulzura.
Chisme Cotilla era uno de los que más se volvía cada vez que pasaba Remedios del Ojo, o cuando se la cruzaba en los pasillos que llevaban a los vestuarios. En esas ocasiones, cuando ella iba hacia las duchas, transpirada por el esfuerzo y con una toalla en el cuello, con gotitas de transpiración perlándole la frente y deslizándose por el cuello hacia el escote, cruzaban un distraído saludo, y Chisme Cotilla invariablemente se atolondraba cuando ella le sonreía, pero sin embargo se volteaba para mirarla de atrás, y olfatear el efluvio mitad agreste, mitad fragante que dejaba Remedios del Ojo a su paso, sin poder evitar sentir que ese saludo y esa sonrisa no eran más que un gesto, la forma de vínculo light de estos tiempos que corren.
Tampoco podía evitar imaginar que debajo de aquellas prendas deportivas, los senos -no muy grandes pero totalmente firmes-, terminaban en unos pezones claros, deliciosamente pequeños, que muchas veces se le marcaban, erguidos y desafiantes. Soñaba con juguetear con la lengua en el ombligo, recorrer la cintura fina como un reptil deslizándose por un tapiz de damasco, y llegar hasta el cofre de todas las delicias, esa cueva húmeda y apetitosa que se perdía en la unión de los muslos y la ingle.
En el salón, la miraba de soslayo cuando se esforzaba en los aparatos, cuando abría y cerraba las piernas, cuando las llevaba a cuarenta y cinco grados y las abría, como las hojas de una tijera, y soñaba con estar en ese preciso lugar, en el medio, para que ella las cerrase atenazando su cuerpo, empujándolo hacia ella más y más, para que entrara bien profundo y la llevara hasta la cima del placer.
Aunque no lo decía y hacía lo imposible por disimularlo delante de sus amigos y compañeros del gimnasio, Chisme Cotilla estaba majareta perdido por Remedios del Ojo y no sabía cómo acercarse a ella, tan lejana y distante, tan inabordable.
Había mañanas en las que, cuando se cepillaba los dientes en el lavabo, se miraba en el espejo y se preguntaba si tenía algo, alguna pequeña cosa que pudiera llamar la atención de aquella diosa que lo traía de cabeza.
-¡Joder! Tengo que hacer algo -le decía a su propia imagen, para darse fuerzas, para cobrar el valor suficiente y, al menos, hablarle.
-Es el tipo de chica que, de seguro, tiene novio -le respondía la imagen del espejo.
-Y seguro que es uno de esos bobos por los que pululan por ahí... Esa clase de tontorrones que hasta es capaz de admirarte a ti por el físico -seguía argumentándole a la imagen.
-Lo que te enoja es que tu no puedas tener a semejante mujer -lo aguijoneaba el alter ego del espejo.
Pero nada.
Cada vez que la volvía a ver en el gimnasio, las piernas se le transformaban en goma, se le agolpaban las palabras en la boca, incapaces de salir al exterior y bajaba la vista con las mejillas arreboladas, y lo único que podía articular era un débil murmullo a manera de saludo. Por alguna razón, Chisme Cotilla -carcomido por la inseguridad-, sentía que Remedios del Ojo era el tipo de chica que sólo por milagro pondría los ojos en él.


Hasta el Día del Milagro.
Se encontraron, sin advertirlo, de camino al gimnasio. Mejor dicho, fue Remedios del Ojo la que lo vio salir de un edificio, con la ropa deportiva y el bolso, y apuró el paso para alcanzarlo.
-¡Arriba las manos! -le dijo, cuando casi le pisaba los talones, poniéndole un dedo en la espalda y dándole un susto de los mil demonios.
-¡Joder! -gritó él y se volvió dispuesto a soltarle una ristra de improperios al bromista, cuando quedó frente a Remedios del Ojo.
-¿Qué? ¿Te asusté? -preguntó la joven de los ojos tiernos y la sonrisa dulce.
-Eh... No... No. ¡Qué va!
-A que sí -lo provocó Remedios del Ojo.
-Que no... Que no -negó él, en el momento que vio la oportunidad de establecer el primer vínculo: -¿Vives por aquí?
-A sólo dos calles -hizo una seña imprecisa con el pulgar hacia atrás-. ¿Siempre caminas hacia el gimnasio?
-Por lo general -respondió Chisme Cotilla, que empezó a sentirse más seguro de sí, aunque no se atrevió a proponer que podían encontrarse para compartir el camino.
-Podemos ir juntos, entonces -se adelantó ella.
-Si te viene cómodo -comentó Chisme Cotilla, como al descuido, y dándose un poco de corte.
Una semana después, habían acordado que el que llegaba primero al punto de encuentro, esperaba al otro. Resultó que Remedios del Ojo, como no podía ser de otra manera, tenía novio o alguna relación semejante con un tío, y Chisme Cotilla -durante las siguientes veinticuatro horas-, creyó estar sumergido en un profundo pozo depresivo. Pero al día siguiente, cuando Remedios del Ojo le comentó, con el mismo tono despreocupado que creía que la relación no daba para mucho más, la depresión se transformó en un estado de euforia casi alocada que tuvo que controlar. Ese día percibió, por primera vez, esa indescriptible sensación de que entre ambos se había tendido un puente de confianza, de excitación, de magnetismo animal que da esos deliciosos golpes parecidos a la corriente eléctrica en el corazón y en la ingle al mismo tiempo.
Atracción.
Así se llamaba la sensación que había pasado de la unilateralidad de Chisme Cotilla, a la correspondencia de Remedios del Ojo.
La cosa progresaba a más y mejor: las miradas se tornaron más profundas, los roces de las manos al caminar, más frecuentes y -fundamentalmente-, los besos al encontrarse y al despedirse cada día de gimnasio, cada vez más osados. Era como que las comisuras de las bocas de ambos se buscaran, impelidas por una fuerza superior que las llevaba a juntarse. Y en ese delicioso juego de seducción, sin lugar a dudas, era Remedios del Ojo la que llevaba la delantera.


-Tú tienes novia -le espetó Remedios del Ojo, a bocajarro, uno de esos días cuando salían del local, después de una hora y media de agotador trabajo en los aparatos.
-¿Qué tengo queeeee? -lo había cogido por sorpresa, de eso no cabía duda.
-Novia, Chisme Cotilla. Que tienes novia... o amante o, bueno -explicó ella-, una amiguita, alguien con quien sales regular o esporádicamente.
-No tengo nada -atinó a responder él.
-¡Oh! Deja de hacer el tonto... -lo azuzó ella-. Que yo no soy celosa... -hizo una significativa pausa. -¿No me crees?
-No te creo -respondió él, y agregó: -Y lo que menos tengo es novia ni amiga íntima ni nada de eso.
-Pues entonces no lo entiendo -contestó ella.
-¿Qué? ¿Qué no entiendes?
-Lo que no entiendo... -se detuvo a mitad de la frase y se plantó en medio de la calzada, frente a él, muy junto a su cuerpo, con las caras que casi se tocaban y luego de dar un respingo, agregó: -... es cómo no me has invitado ni siquiera a ir al cine.
-Y-yo... -Chisme Cotilla estaba a punto de empezar con las explicaciones, cuando Remedios del Ojo le plantó un beso en plena boca, que lo dejó sin respiración y con el corazón a punto de salírsele por la garganta.
Cuando la lengua de ella lo hubo explorado, saboreado y reconocido se echó hacia atrás, los ojos brillantes, la mano apretando fuertemente la de él y el cuerpo casi pegado a la altura del vientre, donde una protuberancia había comenzado a presionar entre ambos.
-El cine... podemos ir... -aturdido y excitado, Chisme Cotilla trataba infructuosamente de articular pensamiento con palabra, y Remedios del Ojo volvió a interrumpirlo.
-Olvídate del cine -dijo, decidida, con las mejillas encarnadas y los labios húmedos-. Llévame a un sitio donde podamos estar a solas...
-En mi casa no hay nadie hasta la noche -argumentó, escuchando su propia voz, atontado por las sensaciones que lo habían pillado como una avalancha a un esquiador y apremiado por la excitación que le abultaba el pantalón del equipo de gimnasia. La besó suavemente en la boca, dejando que los labios de ella ofrecieran un poco de resistencia, hasta que su lengua venció la barrera de los dientes y fue su turno de explorar. Ella se la atrapó, y la chupó como si fuera una golosina, entregándose a las caricias de las manos de Chisme Cotilla, que se habían adueñado de un seno y un muslo, casi en la unión de la ingle.
El cuarto de Chisme Cotilla estaba en penumbras y la silueta del cuerpo de Remedios del Ojo se recortaba en la cama, tendida con la languidez de una gata en celo. Se dejó besar durante un rato, y de pronto se zafó del abrazo, con un rápido movimiento se incorporó y quedó montada sobre él.
-Ahora veamos qué tienes ahí -dijo, resueltamente, y comenzó a bajarle el pantalón, con rápidos movimientos de ambas manos y con los ojos desafiantes, fijos en los de él hasta que logró liberar el objeto tan deseado. -Vaya, vaya, vaya... ¡Mira qué preciosidad me he encontrado! -exclamó, sorprendida, cuando con las dos manos logró aferrar su masculinidad erguida, palpitante y húmeda.
Sin soltar su presa se acomodó y se la llevó a la boca.
-¡Decididamente exquisita! -exclamó, antes de empezar a lamer y chupar de aquella soberbia masculinidad, que a esa altura le dolía de tanta erección contenida.
Chisme Cotilla no salía de su asombro. Remedios del Ojo parecía estar hipnotizada con su polla. No dejaba de acariciársela.
-¿Te gusta chuparla? -le preguntó.
-¡Mmmm! -Remedios del Ojo levantó la cabeza para mirarlo y se relamió-. ¡Me pone a mil! -su lengua siguió recorriendo el glande, descendiendo por el tallo nervudo y llegando hasta los testículos, que Chisme Cotilla sentía a punto de estallar. Abría la boca lo más que podía, pero no llegaba a abarcarlo todo. Su hermosa carita se había transfigurado, ahora era una hembra en celo que se procuraba aquello que más placer le producía. Porque no cabía duda que cualquier cosa que Remedios del Ojo hiciera, era para su plena y egoísta satisfacción personal.
-Quiero follarte -pidió Chisme Cotilla, cuando sintió que si seguía así, estallaría dentro de su boca.
-Pues... ¿a qué esperas?
Entonces fue su turno de desvestirla y comprobar que todo aquello con lo que había soñado, y fantaseado, imaginado y anhelado, estaba ahí, a su disposición y capricho. Le quitó la polo, desanudó sus zapatillas, le quitó las medias y besó aquellos pies pequeños y finos. Paladeó el momento de mirarla cuando sólo le quedaba encima el sujetador y las bragas, sosteniendo y levantando aquellas soberbias tetas con su canalillo y velando la prometedora gruta de delicias que se vislumbraba bajo la tela.
Remedios del Ojo se soltó de sus manos y se paró sobre la cama sin dejar de mirarlo. Estiró uno de sus deliciosos pies de uñas prolijamente nacaradas y rozó la punta del miembro de él. Luego, con un movimiento muy rápido se quitó el sujetador. Sus senos con forma de pera, pero erguidos y plenos de vida, lucían salpicados de pecas. Las areolas se habían encogido por la excitación y los pezones, del color de las rosas en primavera, se erguían como dos promesas de nuevas delicias.
Acto seguido levantó una pierna con un grácil movimiento muy femenino y se quitó las braguitas. Y allí, delante de los ojos de Chisme Cotilla que tan inseguro se había sentido ante esa hermosa mujer -ahora transformada en una mujer, en una verdadera hembra hambrienta de placer-, quedó expuesta la pulposa y cuidadosamente depilada entrada a ese virtual paraíso de placeres que era el virginal sexo de Remedios del Ojo.
Abrió las piernas para encaramarse sobre Chisme Cotilla y cuando estuvo a la altura de su rostro flexionó las rodillas, poniendo su vagina húmeda y cálida prácticamente en su boca. -Ahora me toca a mí -resolvió, y Chisme Cotilla no tuvo ninguna duda de qué era lo que a ella más le gustaba.
Cuando el orgasmo de Remedios del Ojo le explotó en la boca, bebió de aquella miel. Y siguió lamiendo el clítoris duro, erecto y caliente hasta que los espasmos de ella comenzaron a mitigarse, hasta que las manos de ella aflojaron la presión que habían estado haciendo en su cabeza, como si hubiera tratado de meterlo dentro de su propio cuerpo.
-¡Jo-der! -exclamó cuando Chisme Cotilla la volteó boca arriba sobre la cama, le levantó las piernas y apoyó el glande enrojecido entre los labios de la vulva.
-Dame un respiro... -pidió ella.
-Luego -dictaminó él, y empezó a deslizarse dentro del delicado cuerpo de la jovencita con el mejor cuerpo del gimnasio.
Media hora después, y con los músculos de los muslos temblequeantes por el esfuerzo de cerrarlos en torno a la cintura de él, cuando ya se hubo entregado al tercer orgasmo entre jadeos y quejidos, para terminar en un penetrante y agónico grito, Remedios del Ojo dejó caer las piernas y se relajó.
-¡Dios mío! ¡Me has puesto a mil! -dijo Remedios del Ojo al cabo de un suspiro. Y no era para alimentar el ego de él, sino porque se sentía exhausta.
El increíble miembro de Chisme Cotilla seguía dentro de ella. Y seguía erguido.
-Y esto no es más que el principio -le contestó él, jadeante y satisfecho, sabiendo que no se estaba jactando en lo más mínimo, porque después de llenar aquella cueva cálida y acogedora dos veces, estaba listo para seguir una vez más.
Aún quedaba una buena parte de la tarde por delante.

FIN

6 comentarios:

la-de-marbella dijo...

He leido los post atrasados,llevo unos días sin tiempo para nada. Parece que le sienta bien escribir fuera de su casa.Me han gustado las entradas. Este ultimo relato me suena a Henry Miller ó a la estupenda Anais Nin, buen relato erotico. Saludos

laonza dijo...

DON CHISME???????
dios, que bueno... sin comentarios...vaya la remedios esta, y usted.. me asombra...cada vez más se parece a mi retrato hablado... eso es un acuariano del más puesto!!!..
besos mi chisme. (espero más de la tarde!!!...me lo leí todito y sin respirar!)

Antonio Latorre Jimenez dijo...

¿Nadie prueba una historia erótica a medida en Voyeur? Contadme.

Anónimo dijo...

uhmmm no sé ..que fignisica a medida?? laOnza

Anónimo dijo...

Chisme, tú lo haces mejor que esa página, ¡dónde va a parar!

Anónimo dijo...

¡Soberbio Don Chisme Cotilla!, pero creo que debería tener cuidado con este material; he detectado algunas posibles influencias en la conducta de sus lectores. En el aspecto físico, los analistas han confirmado que al menos lo de la protuberancia es contagioso.
Veo por el comentario que me ha dejado, que le gusta tener buenas relaciones con los que mandan, así que le sugiero se ponga en contacto con los responsables sanitarios y se asegure de que iene todos los permisos para publicaciones como esta. Carpe Diem, aunque supongo que no hace falta que se lo diga teniendo a Remedios.

Lucifer