domingo, mayo 21, 2006
El pesado 2
Serían aproximadamente las nueve o nueve y media cuando Blanca estaba haciendo dos cosas a la vez, por un lado y enfundada en su delantal preparaba la cena y sin dejar de prestar atención a las patatas fritas , discutía con su hija de catorce años, esta, en vez de delantal llevaba consigo un “pavo” impresionante propio de la edad.
La discusión era por lo de siempre, que si me pongo esto, no hija que se te ve todo, que si llego a la una, no de eso nada a las doce como mucho y que no se te olvide el móvil, por si acaso.
Yo, casualmente, descansaba mi oreja en la pared de mi cocina para así refrescar mis pabellones auditivos justo en los instantes en que las voces subían de tono. De repente cesaron los gritos, alguien acababa de tocar su timbre.
El padre ya aburrido y vencido, había dejado en manos de Blanca la disputa y es por esto que fue él precisamente quien abrió la puerta. Y al abrirla y ver de quien se trataba dijo con un tono claramente de consternación:
-Vaya hombre, el que faltaba.
Era, por supuesto, Wenceslao que ni se rinde ni se acongoja jamás siendo, como es, inmune al desaliento. Ni las voces, que seguro había oído desde detrás de la puerta ni el frío recibimiento le desanimaron, es mas, antes de que reaccionaran ya estaba dentro de la cocina. Y una vez dentro empezó a hablar, primero recomendó a Blanca como debería haber cortado las patatas para conseguir una fritura perfecta, después mientras preparaban la mesa les contó como se sentía ese día, por lo visto acababa de montar una estantería de Ikea y estaba eufórico.
-Ya lo ves Blanca, es lo que siempre digo, cuando pensamos somos humanos, si trabajamos con las manos somos hombres y si trabajamos con las manos y a la vez pensamos en lo que estamos haciendo somos artistas y así es como me siento hoy, un artista. Y como tu marido no es muy manitas que digamos, no he podido resistir la tentación de venir a ofrecerme para montaros aquella mesa que se le resistía.
Además teniendo en cuanta que yo también tengo una hija de catorce años s podría dar algunos consejos para que solventéis estos problemas dialogando y sin perder el control.
Y dicho esto, además de quedarse tan pancho encendió un cigarrito, y mientras la familia de Blanca cenaba él se lo fumó tranquilamente mientras disertaba sobre la conveniencia o no de dar mas o menos libertad a las muchachas de catorce años.
Nunca esta familia cenó tan deprisa, todos, excepto blanca, desaparecieron rápidamente y solo cuando la niña se disponía a irse él se fue tras ella para darle unos cuantos consejillos dejando el final de su conferencia para otro día.
Creo sinceramente que este tal Wenceslao podria rivalizar con Fidel Castro a la hora de aburrir con sus conferecias.
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5 comentarios:
A mí lo que me alucina es la infinita paciencia de tu vecindario. Anda que le iba yo a abrir la puerta...
Pues fijate que yo me traía al wence unos días. Tengo una mesa de ikea que no hay narices de montar.
En cuanto a sus consejos, con poner el piloto automatico y no olvidarse de decirle unas pocas de veces: si es que....., no si ya ves......., claro, claro y cuatro cosas más se daría por satisfecho.
Pues me parece muy útil el Wence para aburrir a la niña de 14 años. Seguro que si su madre le dice,¿a que le digo al Wence que te de una charla? deja de discutir.
El lío con la adolescente me suena un montón :)
Estoy de acuerdo con Lula, lo mismo el Wence aburre a la niña y se calla y no sale ;).
¡¡¡Lástima no haber tenido un vecino asi cuando mis retoños tenian unos 15 años!!!
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